3 de agosto de 2009

Tabula rasa

La psicología es una ciencia muy nueva. A día de hoy sigue desconociéndose como funcionan mente y cerebro, se sigue discutiendo si la conducta de nuestros hijos la provoca la genética o el ambiente, si se puede modificar la personalidad de las personas, si los psicópatas nacen o se hacen… y tras tanta discusión no se llega a ninguna conclusión.

Pero entonces vemos un bebé, un ser indefenso, sin ninguna maldad, reclamando cariño y protección y nos preguntamos ¿Cómo será de mayor? ¿Puede este niño tan dócil llegar a ser un ser cruel y maligno? ¿Cómo podemos ayudarle a desarrollarse adecuadamente?

Y la respuesta es más sencilla de lo que parece… los niños necesitan que los cuiden, que los mimen y buscan el cariño incluso más que la comida y ese cariño, junto con una educación adecuada, es lo que marcará la diferencia.

Harlow, un psicólogo americano, creó dos madres sustitutas para unos bebés monos, una era de felpa, pero no tenía leche, la otra era de metal y sí tenía un biberón. Los bebés elegían la madre de felpa aún teniendo que prescindir de la leche.

Así pues, aún teniendo una base genética que nos marca y nos condiciona, la personalidad se va creando a partir de lo que vemos y aprendemos: de cómo nos tratan y cuidan los padres, de cómo nos relacionamos con los hermanos, de cómo reacciona la familia ante los distintos inconvenientes, de nuestras relaciones en la escuela con los amigos y maestros, de las situaciones que vemos y vivimos en el parque… todo lo que nos pasa alrededor nos condiciona y llena nuestra tabula rasa de conocimientos, de formas de pensar, actuar y reaccionar acordes a lo que hemos vivido.

Aún así, claro está, existen las excepciones, aquellas personas que tienen trastornos que provocan que no aprendan de este entorno, que lo malinterpreten y/o que actúen contra él sin ningún tipo de empatía.

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