10 de agosto de 2009

Aprendiendo de los errores de los demás

Me gusta sentarme al parque como las abuelitas a mirar cómo se divierten los niños, como interaccionan entre ellos y como imaginan y crean distintas formas de jugar.

Ayer me divertía ver un niño de ocho años jugando con un coche teledirigido. No hacía más que moverlo de un lado al otro, pero él estaba absorto, se reía… ¡a saber qué historias de persecuciones, expediciones… se estaría creando!

Pero su juego se vió alterado cuando llegó una niña de no más de cinco años de edad, descubrió el coche y se puso a perseguirlo. Este juego duró al menos unos quince minutos: el niño desplazando el coche por todo el parque y la niña corriendo detrás de él de un lado al otro.

Pero llegó la hora de irse. La madre empezó a llamar a la niña, pero ella ni caso. Al final tuvo que ser el niño que dejara de jugar con su coche y acompañara a la niña hasta su madre, pero la pequeña no estaba conforme y repetía siempre la misma acción: pegaba a su madre y regresaba al lado del coche y del niño.

La madre no hacía más que llamarla (“¡va! Que tenemos que irnos!, “venga, ¡ven!”…) al final encontró una GRAN solución: le fue a comprar un helado. ¡Gran solución! Si no fuera porque la niña tenía un claro problema de obesidad; que se lo dejó comer sentada en el parque, de modo que una vez terminado repitió la conducta, y que el azúcar excita a los niños de manera que la niña todavía tenía más ganas de jugar.

Os recomiendo hacer este ejercicio, sentaros a ver las actitudes y reacciones de los demás padres, a menudo es más fácil ver los errores de los demás que los propios, y estoy convencida que se os habrán ocurrido un montón de consejos y comentarios para hacer a la madre. No hace falta ser psicóloga por darse cuenta.

1 comentario:

  1. Si y ademas comprar su voluntad solo hace que cada vez haya que pagar mas por conservarla =) aunque yo me vendia barato 2 helados como mucho =)

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