27 de agosto de 2009

Yo soy Cristiano Ronaldo

Un día cualquiera de verano en una playa cualquiera...

Despabilándonos la pereza dominguera de la toalla y olvidando el chiringuito por un momento, nos apetecía darle unos cuantos chutes a la pelota con unos amigos. Claro que sí, por qué no un ratito de deporte al aire libre y pasarlo bien.

La playa estaba a reventar. Estábamos jugando (o intentando) jugar a fútbol cuando dos niños se acercaron, ni cortos ni perezosos, hacia la improvisada cancha del juego. Muy listos se dieron cuenta que nos faltaban porteros, y tímidos al vernos a todos adultos pero con una naturalidad innata se apropiaron como quien no quiere la cosa de las posiciones. ¡Qué bien, ya tenemos porteros!

Tenían una gran motivación, jugaban como si de la final de la Champions se tratara. Se notaban los buenos hábitos del deporte que tenían cuando también comenzaron a jugar de delanteros y defensas. El juego les inspiraba mucha alegría. Al principio pensé que eran amigos de toda la vida, pero al final nos dimos cuenta que uno de ellos era extranjero y ni siquiera podían entenderse con el lenguaje verbal. Sin embargo, cuatro palabras entendían en común "Yo soy Cristiano Ronaldo", "¡No, no! yo soy Cristiano Ronaldo".

Gracias al fútbol:

http://www.youtube.com/watch?v=n3viuRmpDJE


14 de agosto de 2009

Perjudicada por su timidez


Hoy me ha llamado una amiga, ha alquilado una casita en una urbanización donde hay un montón de niños de la misma edad que su hija Lucía. Al principio ellos mostraban interés en Lucía, hacían algunos intentos de acercamiento, pero, debido a su timidez ella los rechazaba y ahora ella está muy solita y se aburre pero se niega a intentar hablar con estos niños porque dice que le da mucha vergüenza.

Lucía va a ver supeditadas las vacaciones a su timidez. Se va a pasar las vacaciones pegada a sus padres deseando estar con los niños, arrepintiéndose de cada oportunidad desaprovechada para conocer estos niños.

Y es que la timidez provoca mucho malestar, el niño tímido se angustia mucho ante situaciones sociales, las cuales suelen evitar.

Y mi amiga me pregunta ¿Cómo se puede ayudar a un niño a afrontar la timidez? Pues debo confesar que no es nada fácil. Por un lado se le deben dar herramientas para que sepa qué hacer ante situaciones sociales, cómo hablar con los niños, qué puede decir, etc. y por el otro lado debe recoger el valor para tomar la iniciativa social, para ello se le debe enseñar a relajarse, a respirar, provocar situaciones en las que deba ser ella quién hable, etc.

En Baobabparents.com existen un listado de consejos que pueden ayudar a superar la timidez.

10 de agosto de 2009

Aprendiendo de los errores de los demás

Me gusta sentarme al parque como las abuelitas a mirar cómo se divierten los niños, como interaccionan entre ellos y como imaginan y crean distintas formas de jugar.

Ayer me divertía ver un niño de ocho años jugando con un coche teledirigido. No hacía más que moverlo de un lado al otro, pero él estaba absorto, se reía… ¡a saber qué historias de persecuciones, expediciones… se estaría creando!

Pero su juego se vió alterado cuando llegó una niña de no más de cinco años de edad, descubrió el coche y se puso a perseguirlo. Este juego duró al menos unos quince minutos: el niño desplazando el coche por todo el parque y la niña corriendo detrás de él de un lado al otro.

Pero llegó la hora de irse. La madre empezó a llamar a la niña, pero ella ni caso. Al final tuvo que ser el niño que dejara de jugar con su coche y acompañara a la niña hasta su madre, pero la pequeña no estaba conforme y repetía siempre la misma acción: pegaba a su madre y regresaba al lado del coche y del niño.

La madre no hacía más que llamarla (“¡va! Que tenemos que irnos!, “venga, ¡ven!”…) al final encontró una GRAN solución: le fue a comprar un helado. ¡Gran solución! Si no fuera porque la niña tenía un claro problema de obesidad; que se lo dejó comer sentada en el parque, de modo que una vez terminado repitió la conducta, y que el azúcar excita a los niños de manera que la niña todavía tenía más ganas de jugar.

Os recomiendo hacer este ejercicio, sentaros a ver las actitudes y reacciones de los demás padres, a menudo es más fácil ver los errores de los demás que los propios, y estoy convencida que se os habrán ocurrido un montón de consejos y comentarios para hacer a la madre. No hace falta ser psicóloga por darse cuenta.

3 de agosto de 2009

Tabula rasa

La psicología es una ciencia muy nueva. A día de hoy sigue desconociéndose como funcionan mente y cerebro, se sigue discutiendo si la conducta de nuestros hijos la provoca la genética o el ambiente, si se puede modificar la personalidad de las personas, si los psicópatas nacen o se hacen… y tras tanta discusión no se llega a ninguna conclusión.

Pero entonces vemos un bebé, un ser indefenso, sin ninguna maldad, reclamando cariño y protección y nos preguntamos ¿Cómo será de mayor? ¿Puede este niño tan dócil llegar a ser un ser cruel y maligno? ¿Cómo podemos ayudarle a desarrollarse adecuadamente?

Y la respuesta es más sencilla de lo que parece… los niños necesitan que los cuiden, que los mimen y buscan el cariño incluso más que la comida y ese cariño, junto con una educación adecuada, es lo que marcará la diferencia.

Harlow, un psicólogo americano, creó dos madres sustitutas para unos bebés monos, una era de felpa, pero no tenía leche, la otra era de metal y sí tenía un biberón. Los bebés elegían la madre de felpa aún teniendo que prescindir de la leche.

Así pues, aún teniendo una base genética que nos marca y nos condiciona, la personalidad se va creando a partir de lo que vemos y aprendemos: de cómo nos tratan y cuidan los padres, de cómo nos relacionamos con los hermanos, de cómo reacciona la familia ante los distintos inconvenientes, de nuestras relaciones en la escuela con los amigos y maestros, de las situaciones que vemos y vivimos en el parque… todo lo que nos pasa alrededor nos condiciona y llena nuestra tabula rasa de conocimientos, de formas de pensar, actuar y reaccionar acordes a lo que hemos vivido.

Aún así, claro está, existen las excepciones, aquellas personas que tienen trastornos que provocan que no aprendan de este entorno, que lo malinterpreten y/o que actúen contra él sin ningún tipo de empatía.